José Antonio Rodríguez


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Entre los versos de una abuela poeta y las notas musicales de un tío bohemio, creció José Antonio Rodríguez en las cálidas calles de La Romana.

Nacido un 20 de julio de 1954 en La Romana, José Antonio Rodríguez creció como el hermano del medio en un hogar donde el arte y la cultura fluían de manera orgánica. La poesía de su abuela Virginia, las veladas musicales de su tío Luis con su guitarra, y la guía de su padre, el diácono Juan Rodríguez Pepén, crearon el ambiente perfecto que nutriría su futura vida artística y cultural.

Las tardes de su niñez transcurrían en una peculiar rutina: después de las tareas escolares, el pequeño José Antonio se convertía en el escribiente de su abuela Virginia Rodríguez. La poetisa, inhabilitada por un accidente cerebrovascular, le dictaba sus creaciones al niño de ocho años que, aunque ansiaba salir a jugar con sus amigos, sin saberlo estaba sembrando en su interior las semillas de la poesía, aprendiendo sobre rimas, versos y decasílabos.

La casa familiar se transformaba en un festivo escenario durante las celebraciones, donde su tío Luis llegaba con su guitarra para cantarle a la abuela. En medio de estas veladas musicales, el joven José Antonio fue nutriendo su espíritu artístico, aprendiendo a tocar la guitarra de la mano de su padre y su tío. A los quince años, ya dominaba el piano y, para costear su propio órgano, comenzó a tocar en los bares de La Romana. Una anécdota peculiar marca esta época: su padre, un respetado diácono, lo llevó a tocar a un burdel, con estrictas advertencias de limitarse únicamente a la música.

1974 marcó su llegada a Santo Domingo, donde estudiaba arquitectura en la UNPHU mientras el país vivía los agitados tiempos del gobierno de Joaquín Balaguer. Su camino musical lo llevó a tocar con grupos como Los Paymasí y La Familia André, hasta que el encuentro con Víctor Víctor, quien se convertiría en su mentor, definió su rumbo como cantautor.


CARRERA PUBLICITARIA

La música llevó a José Antonio Rodríguez por los caminos de la publicidad a principios de los años ochenta. Víctor Víctor y Fernando Echavarría, amigos entrañables del círculo artístico, fueron quienes lo introdujeron en Young & Rubicam Damaris, donde Doña Damaris le asignaría su primer desafío: una campaña sobre la lepra “La lepra se cura”. Aquella primera experiencia, realizada pro-bono, no solo resultó premiada sino que marcó el inicio de una carrera brillante en la creatividad publicitaria dominicana.

Para José Antonio, la transición entre la composición musical y la publicidad fue natural. “Era llevar una comunicación de tres minutos y medio a treinta segundos”, explica con la misma pasión que caracteriza su música. Su método creativo aplicaba la misma fórmula en ambos mundos: 5% de inspiración o información inicial, y 95% de trabajo dedicado. Esta filosofía lo llevó a destacarse rápidamente en una época donde la publicidad dominicana estaba cargada de mensajes de conciencia social y educación ciudadana.

Los años ochenta y noventa fueron testigos de su evolución en la industria. De creativo pasó a director de comerciales, siempre manteniendo vivo su vínculo con la música a través de la creación de jingles. Su versatilidad lo llevó a trabajar con importantes agencias: después de Young & Rubicam Damaris, colaboró con Peter Croes en Taller Creativo, Reto Publicidad, Publicitaria Cumbre con Freddy Ginebra y con Checheo Rivera en Staff, hasta que las circunstancias lo impulsaron a fundar su propia agencia Creatividad.

Uno de los momentos más destacados de su carrera llegó con su trabajo para Ron Brugal “Brugal contigo en todo lo nuestro”. En un momento en que la marca enfrentaba un desafío competitivo significativo, surgió la memorable frase “y eso que tú no sabes nada americana”. La historia de esta campaña ejemplifica la agudeza creativa de José Antonio: durante una grabación, esta frase surgió espontáneamente del actor, y en la sala de edición, reconocieron inmediatamente su potencial. Lo que comenzó como un momento no planificado se convirtió en una de las campañas más recordadas de la publicidad dominicana, generando cuatro anuncios más y ayudando a reposicionar la marca en el mercado.

La decisión de abrir su propia agencia le mostró otra cara de la industria. “Si lo hubiera vivido antes, no lo hago”, confiesa, recordando las responsabilidades que implica ser no solo creativo sino también líder de una agencia. “El creativo no tiene horario, y mucho menos cuando es responsable de la agencia. No hay forma. Está pensando en la campaña que es como un reto, esa angustia que origina el buscar el concepto, poder desarrollar un buen concepto, encontrar un buen concepto”, reflexiona sobre aquella etapa.

A lo largo de su carrera, José Antonio ha sido testigo y protagonista de la evolución de la publicidad dominicana. Desde los tiempos en que la televisión reinaba como medio único, hasta la actual era digital, su perspectiva crítica y constructiva ha contribuido a moldear el pensamiento publicitario del país. Defiende fervientemente la importancia de mantener la autenticidad dominicana en la comunicación y aboga por un retorno a la publicidad con propósito social, recordando aquellas campañas de los años 80 que educaban sobre salud pública y conciencia ciudadana.

Hoy, mientras la industria enfrenta los desafíos de la era digital y la inteligencia artificial, José Antonio mantiene una visión optimista pero cautelosa. “La inteligencia artificial es una herramienta que no puedes echar de lado”, reflexiona, “pero no permitas que tome las decisiones”. Sigue creando, ahora de manera más selectiva, y su firma creativa es buscada por quienes valoran la autenticidad y la experiencia. Para él, el futuro de la publicidad está en el equilibrio entre la innovación tecnológica y el toque humano, en la capacidad de contar historias que vendan sin perder la conexión emocional con el público.

“Todavía sigo haciendo creatividad para algunos productos. Y todavía me lo disfruto”, afirma, demostrando que su pasión por la publicidad, como su amor por la música, se mantiene intacta. Su legado en la publicidad dominicana trasciende las campañas y los premios: es la historia de un artista que supo traducir la sensibilidad musical en mensajes publicitarios efectivos, dejando una marca indeleble en la industria creativa del país. Para las nuevas generaciones de publicistas, su carrera es testimonio de que la verdadera creatividad nace de la autenticidad y de la capacidad de conectar genuinamente con la gente.


Los éxitos no tardaron en llegar. En 1984, ganó el primer lugar en el Festival de la Canción de la Asociación de Músicos de la República Dominicana. Dos años después, su composición “Para Quererte”, interpretada por Maridalia Hernández, conquistó el primer lugar en el Festival Internacional de Viña del Mar, Chile. Sus producciones discográficas fueron construyendo un legado musical, colaborando con figuras como Jorge Taveras, Manuel Tejada, Juan Luis Guerra y Gonzalo Rubalcaba.

La vida lo llevó por senderos inesperados: de ser un joven que protestaba durante los “doce años” de Balaguer, pasó a servir al Estado como Ministro de Cultura en 2012 y posteriormente como embajador ante la UNESCO (2016-2020), donde logró que el merengue y la bachata fueran declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

Su versatilidad le llevó también a conquistar la pantalla chica como conductor del programa “Como un bolero” por Telesistema canal 11, un espacio que marcó su regreso a la televisión. Rodeado de un equipo de producción con destacada trayectoria en el cine, José Antonio aprovecha este formato para explorar diversas facetas de la cultura dominicana. Sus entrevistas con figuras como los publicistas Nandy Rivas y Elías Muñoz revelan su interés por documentar la evolución de la publicidad en el país, especialmente aquellos momentos en que la cultura jugó un papel protagónico en los mensajes comerciales. Este proyecto televisivo se suma a la larga lista de emprendimientos culturales que ha liderado, confirmando su capacidad para reinventarse y su compromiso con la difusión de la cultura dominicana.

Hoy, José Antonio Rodríguez continúa reinventándose. Su más reciente proyecto, “Monólogo del cantautor dentro del cajón”, es un concierto íntimo y tecnológico concebido junto a sus hijos Nono y Babeto. Como aquel niño que escribía los poemas de su abuela, sigue maravillándose ante cada nueva creación, acompañado por los talentosos Geann García y Ronny Cruz, llevando sus composiciones por diferentes ciudades del país.

Este románense que creció entre poesía y música ha sabido mantener abiertas las puertas y ventanas de las oportunidades, como él mismo dice, agradecido de no haber sido “un famoso artista”, pues esto le permitió explorar diversos caminos: desde la música hasta la gestión cultural, desde la publicidad hasta el servicio público, siempre con la creatividad como brújula y el amor por su tierra como norte.

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