En las calles bulliciosas de Villa Francisca, Santo Domingo, un día de marzo de 1952, nació quien se convertiría en una de las figuras más influyentes del merengue dominicano: José Dionisio Fernández Zapata, mejor conocido como Dioni Fernández. Hijo de Gladis Gregoria Zapata y José Antonio Fernández, Dioni creció en un hogar humilde donde el sonido de la música siempre encontraba manera de colarse entre las paredes.
Como primogénito de nueve hermanos, la responsabilidad llegó temprano a su vida. En aquellos días, la cena podía ser tan solo un jugo de limón con galleticas, y el almuerzo, arroz blanco sin acompañamiento. Sin embargo, la escasez material nunca empañó la riqueza de valores que sus padres le inculcaron: respeto, dignidad y un inquebrantable sentido del trabajo.
El destino dio un giro inesperado durante la Guerra de Abril de 1965. La familia Fernández se vio obligada a trasladarse al sector de Los Mina, al este de la capital. Fue allí, frente a la escuela de música Iris del Valle, donde el joven Dioni, entonces de 13 años, descubriría su verdadera vocación. Cada día, al regresar de la escuela, se detenía embelesado observando a los estudiantes tocar sus instrumentos. Un día, una profesora le invitó a probar un saxofón. Aquel primer soplido, que le mareó pero le llegó al alma, marcaría el inicio de su romance con la música.
Los años siguientes fueron de aprendizaje intenso. Dominó el clarinete, la guitarra y el piano. Como todo músico joven de su época, experimentó con el rock, formando parte del grupo Iron Fire en 1969. Sin embargo, sería en la orquesta de Félix del Rosario donde comenzaría a desarrollar un profundo respeto por el merengue, género que definiría su carrera.
La década de los setenta le vio crecer como músico profesional. Tras su paso por la orquesta Cruzada de Amor y Los Magos del Ritmo, el destino le llevó a formar parte de Los Hijos del Rey, donde compartió escenario con figuras como Fernando Villalona y Raulín Rosendo. Pero su verdadera consagración llegaría en 1980, cuando junto a Sandy Reyes formó el proyecto que eventualmente se convertiría en “El Equipo de Dioni Fernández”.
“El Equipo” se transformó en una verdadera universidad del merengue. Por sus filas desfilaron voces que más tarde se convertirían en leyendas: Charlie Rodríguez, Sergio Vargas, Pablo Martínez, Carlos David, y muchos más. Bajo su dirección, éxitos como “El Guardia del Arsenal”, “Cal y Arena”, “Los Diseñadores” y “Oye Muchacha” se convirtieron en himnos del merengue dominicano.
El talento de Dioni Fernández trascendió más allá de los escenarios y estudios de grabación. Durante las décadas de los 80 y 90, su genio musical se convirtió en parte de la vida cotidiana de los dominicanos a través de la publicidad. Sus arreglos musicales dieron vida a cientos de jingles publicitarios que resonaron en radios y televisores por todo el país. Entre sus trabajos más recordados están los jingles creados para marcas emblemáticas como Lubricantes Kendall y Almacenes Garrido, cuyos pegajosos temas publicitarios quedaron grabados en la memoria colectiva dominicana. Las principales marcas locales confiaron en su capacidad para crear melodías pegajosas y arreglos memorables que se convirtieron en parte de la banda sonora de la vida cotidiana dominicana. Esta faceta de su carrera demostró no solo su versatilidad como músico, sino también su habilidad para adaptar su talento a las necesidades comerciales sin perder la esencia musical que lo caracterizaba.
Más allá de su propia orquesta, Dioni se destacó como productor musical, dejando su huella en clásicos como “El Africano” de Wilfrido Vargas y “Compañera” de Fernando Villalona. Su influencia en la música dominicana fue tan profunda que en 2007 recibió el premio El Casandra al Mérito, y en 2010 fue reconocido por el Festival Brugal del Merengue.
Hoy, Dioni Fernández es padre de seis hijos: José Ignacio, Alana, Luis Gabriel, Montserrat, Paulina y José Eduardo. Su legado musical abarca 13 producciones discográficas, pero más importante aún es el legado de valores y profesionalismo que ha transmitido a generaciones de músicos dominicanos. Como él mismo afirma: “No puedo pedirle más a la vida”, pero es la vida musical dominicana la que no puede dejar de agradecerle su invaluable contribución.
En 2023, el Senado de la República Dominicana reconoció su trayectoria, un momento que Dioni aprovechó para honrar a sus padres: “Si de algo estoy orgulloso es de haber tenido la zapata en la que se erigió mi vida”. Esta frase resume perfectamente la esencia de Dioni Fernández: un hombre que, desde la humildad de sus orígenes, se elevó para convertirse en maestro y arquitecto del merengue dominicano, sin olvidar nunca sus raíces y los valores que lo forjaron.